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Hikikomori: Tú (no) puedes renunciar al mundo

Foto del escritor: Aurora QUINTEROAurora QUINTERO

Hikikomori 2.0: la batalla perdida de uno mismo es una obra de teatro escrita por el hidalguense Enrique Olmos de Hita y ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia para Niños otorgado por el INBA. El evento se presenta en la cartelera “Jueves de teatro” a través de la plataforma Zoom desde el 17 de febrero al 28 de marzo en punto de las cinco de la tarde y es interpretada por las integrantes del grupo teatral Serpientes y Escaleras, Gabriela Ortega Muñoz y María Belén Lara Torres.

La obra narra las andanzas de Mara, una niña de 14 años, y su amiga Alba. Ambas comparten un gusto por la cultura japonesa, especialmente por el anime y manga. La vida de Mara es estable hasta que su madre decide transferirla a un colegio particular lejos de su hogar, su amiga y su estilo de vida. Mara tendrá que enfrentarse a la dificultad para encajar y las constantes burlas por sus gustos y conocimientos de inglés.

Las dificultades escolares y personales la llevarán a decidir, eventualmente, el convertirse en la primera hikikomori mexicana; concepto acuñado en Japón para referirse a aquellos individuos generalmente jóvenes que se aíslan en sus habitaciones abandonando cualquier interacción social más allá de su modalidad digital.

Más allá de la anécdota, la obra se enfoca en reflexionar sobre las implicaciones de la adolescencia temprana. Si la niñez es territorio donde triunfa la memoria, es decir, un lugar hermético donde el mundo es moldeado por el niño, lugar fantástico donde laten todas las posibilidades; en la adolescencia triunfa la esperanza, el mundo ya es un lugar estable, pero aún es factible modificarlo con optimismo, rencor o rebeldía. Mara hace uso de éstas tres posibilidades: renuncia al mundo; fabrica su propio imperio cuyo rasgo identitario, pasaporte, himno, acta emancipatoria es la palabra hikikomori y guillotina con placer todo aquello que suceda fuera del campo semántico del sustantivo.

Mara se levanta como dirigente absoluta de un país de su propia cuña; guía su propio camino, su moral se encamina hacia un objetivo claro y, sin embargo, el subtítulo de la obra propone un mensaje fatal: la batalla perdida de uno mismo. ¿Por qué? ¿Es que el conflicto que Mara parece haber sostenido contra el mundo y vencido solo es un acto ilusorio? ¿Una máscara creada por un líder incapaz de sostener la verdad de la derrota? La obra parece decirnos que sí a través de Alba y, eventualmente, la Mara de diez años en el futuro.

Alba es una sensata embajadora, único enlace válido con el exterior y la persona que, a pesar de secundar las andanzas de la hikikomori 2.0, constantemente sirve de contrapunto al comportamiento de Mara. Sus características son similares y, sin embargo, el optimismo de Alba, su acto de rebeldía consiste en asumir el cambio del mundo; de mostrar a Mara la posibilidad de cohabitar con las tierras extrañas que cercan su imperio, de hacer un intercambio gentil para hacerlo crecer, para alimentarlo.

La Mara de diez años, por su parte, es la personificación del contacto con los imperios aledaños. Es, de alguna manera, un oráculo fiable que da cuenta de que la batalla no puede ser construida con murallas sino con el intercambio constante. El hikikomori asume que la única posibilidad de habitar es la suya, pero el abandono trae consigo la erosión. El estancamiento no es una forma de rebeldía, optimismo o, ni siquiera, rencor. Es asumir la derrota; trazamos fronteras porque el exterior nos aterra y nos vencemos porque somos suelo árido a través del que no se puede construir nada. La Mara del futuro resume los eventos de su vida a lo largo de diez años como quien riega y expande un plantío. A la geometría absoluta de las cuatro paredes del hikikomori impone un terreno fértil y con horizontes poco definidos, infinitos; podríamos asumir. La obra ejemplifica los dilemas de la adolescencia la derrota y la esperanza imbatible de ser algo más de lo que nos pide todo el mundo y recuerda felizmente a ciertas pocas palabras de Breton sobre la juventud con un amigo: “Eramos aquellos alegres terroristas, apenas un poco más sentimentales de lo normal; bribones que prometen”. La obra es una promesa que se cumple, también sus actrices que explotan los ámbitos de la personalidad que sus personajes exigen y la dirección siempre atenta y laboriosa del maestro José Luis Alfaro. ¡Enciendan sus dispositivos y apresúrense a verla!


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