Elena Garro es una de las escritoras más importantes de nuestro país. Nacida en Puebla el 11 de diciembre de 1917, hija de José Antonio Garro y Esperanza Navarro, bautizada bajo el nombre de Elena Garro su vida estuvo marcada por el signo de la memoria por la trágica resolución de que nada puede recuperarse sino tan sólo en la memoria o como confiesa en ésa especie de prólogo en primera persona que presenta para el libro Yo, Elena titulado bajo el exiguo “Mi vida”: “Quisiera olvidarlo todo desde que nací, o si fuera posible desde antes, desde que estaba en el vientre de mi madre y comenzar a vivir de nuevo” (Landeros, 2013: S/p). Autora prolífica y diversa, Elena Garro comenzó su labor en el teatro ya con una obra maestra, se trata de Un hogar sólido en 1958, una pieza magnífica que reflexiona sobre la naturaleza misma de la representación; en 1963, da paso al deslumbramiento a través de la prosa con su novela Los recuerdos del porvenir, donde su puesta en escena de un noción fantástica del tiempo resultará vislumbre o antecesora de uno de los mitos más extendidos de la literatura latinoamericana del siglo pasado, el realismo mágico y, finalmente, en 1964, irrumpe en el género breve con La semana de los colores, con una serie de cuentos de carácter fantástico que combina de manera ecléctica un lenguaje poético, casi surrealista, con un tratamiento costumbrista, siendo a su vez testimonio y reinvención del mundo (Glantz,1999). El árbol, por su parte, sería publicado originalmente en 1963 en el número doble 3-4 de la Revista Mexicana de Literatura; sin embargo, el germen de la obra aparece con anterioridad en forma de relato en el año de 1959 en el número 484 del suplemento México en la cultura bajo el nombre de “El árbol, o fragmento de un diario” (Rodriguez, 2005: 7). El relato y la obra dramática comparten la misma anécdota: Martha, perteneciente a la clase alta, y Luisa, indigena víctima de la violencia y la miseria de su lugar de origen, se ven envueltas en una discusión tras la aparición de ésta última, golpeada y sucia. La discusión atiende principalmente a la vida de Lucia: un suceso traumático que la marcaría por siempre, su primer matrimonio, el asesinato que la llevara a la cárcel donde inesperadamente viviría los años más felices de su vida y la lenta pero constante empatía de la mujer rica por su inesperada visitante. La reunión culmina con un final inesperado e impactante, pero de alguna forma natural que no develaremos para no ser apabullados por nuestra multitud de lectores. Garro es una autora genial que logra expresar la violencia que viven ambas mujeres desde su conceptos más pequeños como, por ejemplo, los adjetivos. En pequeñas frases como: “No ponga esa cara de loca. ¿Sabe lo que le digo?, que los locos son malos, porque creen que todos los persiguen y por eso persiguen a todos”. La autora mexicana logra enfrentar el conflicto entre una mujer que es el modelo más prestigioso de la sociedad y una mujer enajenada que apenas tiene su locura como único resguardo y a la que nadie respeta. Ya lo dice el viejo refrán: el diablo se encuentra en los detalles y en Garro los adjetivos cobran vida y a veces muerden, muerden y lastiman y también nos abren los ojos a la violencia que vivió y sigue viviéndose en muchos rincones de nuestro país, la violencia contra las mujeres, contra los que son pobres, contra los que son locos, contra los que puede usarse el adjetivo como forma de violencia.
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